8 de noviembre de 2024

Trascendencia del escultor José Recabarren: una muestra de introspección a la creación

La muestra se encuentra en exhibición en la Galería Nemesio Antúnez de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, en Av. José Pedro Alessandri 774, hasta el 6 de diciembre.

 

Lo que impacta, a veces, no merece un comunicado o una nota sencilla de prensa. La crónica, no es necesario que sea itinerancia pura, si el viaje es por un lugar recóndito del alma, donde la raíz del espíritu fuma su vitalidad para mover las extremidades del cuerpo y después, el mundo.

Después de arribar desde Coyhaique, con el frío suspendido en pleno noviembre, que recordó la intimidad que no tiene palabras, donde alguna vez dejé lo que se ama con tanta intensidad, que, a veces, se cojea el ánimo de no tenerle, llegué a la UMCE a continuar con la vida, porque todo es así, continuar y continuar.

Lo reconozco, había prometido a Evelyn Recabarren, la curadora de la muestra en la sala Nemesio Antúnez, que estaría presente, pero se desdibujó todo. No estuve. Quizás, lo mío era ver aquella disposición artística a solas, con este sentido alterado de entregarse al desapego, para ver o sentir desde otro monte imaginado.

 

TRASCENDENCIA DEL ESCULTOR JOSÉ RECABARREN

“Trascendencia del escultor José Recabarren” es la muestra emanada desde la Fundación Profesor José Recabarren, con Leo Lobos, artista visual y Julio Fuentes, fotógrafo. A la entrada, me encontré una escultura de John Kennedy, intervenida por Leo Lobos en azules iguales a un mar claro plasmado al óleo, destacando moretones en su busto, una sangre impactada, como la Historia que por mucho rojo derramado, es azul la memoria difuminada de tiempos que no ya están más que su repercusión, haciendo hematomas que cuando tocamos, duelen. Kennedy es un recuerdo cinematográfico gore o una avenida que raja a la mitad esa urbe alta santiaguina, dividiendo Las Condes y Vitacura. Sin embargo, la sensibilidad y la trascendencia en la obra escultórica de Recabarren, sumado a los detalles polvorientos en los surcos del cabello plasmados por Lobos, parece que nos invita a desentrañar un poco más, tal cual como si fuera una práctica de arqueologías.

La paleta vivaz de colores primarios utilizados con denodada personalidad, en la interpretación contemporánea que realiza Leo Lobos a Recabarren, tanto en los cuadros como en las intervenciones escultóricas, parece referir a la invasión expansiva de la materia en el universo. Del pétreo blanco del inicio, a la posesión de las galaxias estelares que inunda de soles de círculos y óvalos coloridos donde predomina el amarillo, botones que se asemejan a despertares antes de toda trascendencia, despertó en mí, una contemplación momentánea que movió una placa tectónica interna (porque somos extensión de nuestras geografías), un viaje en pequeños parpadeos y donde la obra intervenida “El Cristo de la agonía” es la cúspide y el fondo de la obra de Leo Lobos. Orbité como lo hacen los planetas alrededor del Cristo, bailando con el objeto inanimado que cobró vida no en su agonía, sino en el éxtasis que mira la trascendencia, al cielo buscando al Dios Padre, a las estrellas que no tienen nombre.

En las paredes, las fotografías elegantes y profundas que capturan el seño y el alma de objetos, que tienen una historia, cargada de caricias suaves y rudas que moldean la figura, es un logro entrañable del fotógrafo Julio Fuentes Tamayo que, quienes conocen su obra, entrega una épica a los asuntos más circunstanciales, a los detalles que marcan una diferencia entre lo cotidiano, lo furtivo que se escapa siempre de nuestros ojos o de cualquiera de nuestros sentidos y que Fuentes logra capturar para dejar registros a una posteridad emocionante, cualquiera sea. Y con su lente, reinterpreta la escultura de Recabarren; con su lente, Fuentes Tamayo es un capturador de almas, personales y de lugares.

La disposición de la muestra, nos invita a disfrutar no tan sólo de una curatoría profesional a cargo de Evelyn Recabarren, nieta y legacionista de su abuelo José Recabarren, más bien, nos arrastra hacia el aprendizaje creativo, desde una sencillez casi pulcra, combinada con la expresividad colorida, dejando en claro que el arte y la pedagogía son combinaciones simbióticas que se unen hacia un bien mayor, lo trascendente: la creación misma, la forma de hacer mundos.

Finalmente, un cuadro retrato de un joven José Recabarren de mirada envolvente, pómulos sinuosos y definidos que sucumben a facciones afiladas, distinguidas y prominentes labios, acompaña la muestra tras el Cristo y, como la mejor de las curiosidades, fue ver a Diego Prado Recabarren, el director del Sitio Museográfico Tres Acequias, su bisnieto.

Así, frente al retrato, le pregunté : ¿Quién tú eres? Y cerré mi ojos, para escribir esta crónica que parece más bien crítica, pero lo que impacta, a veces, no merece un comunicado o una nota sencilla de prensa.

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